sábado, 12 de enero de 2013

Pequeñas semillas de la amargura, 23/3/08

(Damien)
Ha pasado una semana desde que fui a casa de Sofia y me echó entre lágrimas incontrolables. Mi pobre Sofia, ¿cómo he podido hacerte tanto daño? Estoy tan absorto en mis delirios mentales que he tenido a Beth increíblemente descuidada. A veces realmente pienso que sólo puedo hacer sufrir a quienes me rodean. Joder, soy un puto bastardo.
No he dejado de pensar en todo lo ocurrido, no he dejado de pensar en Sof, en Beth, en mí, en todo. No he dejado de beber noche tras noche, gastando botellas y botellas de vodka, para ver si así mi corazón se calienta, pero ni aún así. Creo que he muerto, que todo lo que era ha muerto, junto con el recuerdo de lo que en antaño era.
Escucho el ruido de llaves y la cerradura girarse. Beth ya ha llegado, rompiendo mi momento de reflexión.
- Cariño, ya estoy en casa. Te he traído algo para animarte.- Me sonríe y me besa. Y yo, me quedo pensado en la mujer tan maravillosa que tengo a mi lado, y la estupidez que estoy a punto de cometer. Sin motivo, sin razón, por impulso.
- Beth...
- Te he traido un disco de tu grupo favorito. Sé que te gustará.
La miro fijamente. Sonríe cual niña pequeña esperando a que le den un premio mientras extiende el brazo con el disco envuelto en papel de regalo gris con lirios negros. Lo abro y descubro con sorpresa un disco de Nirvana, y me invade un ápice de culpabilidad.
- ¿No te gusta?- Dice, al ver mi cara de sorpresa y dolor.
- Cariño... Hay algo que tengo que decirte.
- Si quieres agradecerme el regalo solo tienes que alegrar la cara, con eso seré feliz.
- Beth, por favor...- Me mira, agrandando los ojos y mordiéndose el labio inferior. Tan típico en ella cuando está preocupada.- Quiero un respiro. Sólo una temporada para despejarme. Han pasado... muchas cosas.
Veo su cara, su expresión, el cambio que da de preocupación a dolor. Y me hace arrepentirme de mi decisión. Damien, eres un inútil, ya has vuelvo a hacer daño a otra mujer.
- ¿Me estás dejando, Damien?
- Beth, por favor, escúchame.
- Respóndeme. ¿Me estás dejando?
- Sólo es un tiempo.
- Me estás dejando, Damien. ¡Lo sabía! Es por Sofia, ¿verdad? Por esa estúpida ilusa. ¿La quieres, Damien?, ¿es eso? ¡Maldita sea!- Me invade el impulso de abrazarla, y al hacerlo ella se queda callada, golpeando mi pecho. Debe odiarme, pero eso es lo más conveniente para ella ahora. Acaricio su pelo y seco sus lágrimas.
- Tranquilízate. Ve a descansar, ¿está bien?
Le beso la frente, cojo mi chaqueta y me dirijo a la puerta. Escucho a Beth preguntándome a dónde voy, pero la ignoro y cruzo la puerta, perdiendo el sonido de su voz al cerrarla. Emprendo una caminata solitaria sin rumbo, esperando, quizá, un milagro, una señal que me diga que hacer. Dios, no creo en ti, pero maldita sea, si existes deja de ser tan cabronazo y mándame una jodida prueba de que observas lo que sucede, ayúdame, joder.
Acabo tirado en un banco cualquiera, en un parque cualquiera, perdido en la ciudad sin saber en dónde estoy ni que rumbo cogeré después. Saco el móvil de mi bolsillo. Trece llamadas de Beth, un mensaje de voz poniéndome a parir y diciéndome que se va de casa y que no piensa volver. Paso de su mensaje y empiezo a buscar un nombre concreto en la agenda. Sofia. Empiezo a escribir un mensaje:
"Te necesito. Por favor, perdóname, y vuelve a mí."

Joder, Damien, ¿estás colgado? Deja de hacer gilipolleces. Apago el móvil y decido emprender mi viaje de nuevo, sin saber a dónde, sólo sé que quiero un bar, una copa, y una nueva compañía. Cualquier rubia tonta que me dé el calor que necesito esta noche.

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