domingo, 27 de noviembre de 2011

Principios que se visten de finales, 16/3/08


"The greatest thing you'll ever learn is just to love and be loved in return."
El principio de Moulin Rouge retumba por toda la habitación (esa manía mía de poner la tele demasiado alta) mientras yo bebo un sorbo de té con leche con actitud pasota.
-Sí. Seguro que amar y ser correspondido es lo mejor del mundo. Pero, ¿sabes, Christian? Si te arriesgas y amas a alguien, puede suceder lo contrario. Y es lo peor... -suspiro y bebo otro sorbo de té- Parece que se te vaya a salir el corazón del pecho.
En ese momento de reflexión (o de estupidez. Debería dejar de hablar con los personajes de las películas) oigo el sonido metálico del timbre de mi casa. Resoplo. Tocará abrir... Me levanto con pesadez, tirando la manta a un lado y dejando la taza de Snooppy en la mesilla.
-Qué puto frío... -me froto las manos mientras bajo la escalera y, al tocar el mango de la puerta, me estremezco. Está helado. Abro la puerta y ahí está: Beth. La creadora del 95% de mis problemas. La chica que tiene lo que yo no. La chica que tiene lo que deseo: El amor incondicional de Damien.
-Hola, Beth. ¿Qué pasa?
-Hey Sof. -odio, pero odio rematadamente, tanto que me dan ganas de pegarle, que me llame Sof. En ese momento odiaría a cualquier persona que se atreviera a pronunciar esas tres letras juntas, y si esa persona es Beth... - Sólo quería saber cómo estás... No hemos hablado estos días.
-Estoy bien, Beth. He estado en casa, no tenía ganas de hablar.
-Ah... vale. Es que, ¿sabes? Me parece raro no haberte visto con Damien. A él tampoco le he visto mucho esta semana... -suspira-. Creo que le pasa algo.
En ese momento, siento ganas de llorar. Y rabia. Siento ganas de echarla de mi porche, de patearle esa cara pecosa suya. ¿Cómo se atreve ella a venir a mi casa a preguntarme por mí y terminar hablándome del estúpido de su novio?
-No sé lo que le pasa a Damien. ¿Algo más?
-Sí lo sabes, Sofía. Sé que ha pasado algo relacionado contigo. ¿Cómo explicas, si no, que los dos estéis tan raros? Porque sé que estás deprimida, Sofía, tienes los ojos hinchados. -mierda, mis ojos. No lo había pensado.
-Tengo alergia -no se me ocurre una respuesta mejor.
-Que no me mientas. Joder, Sofía, ¿no lo entiendes? Quiero saber lo que le pasa. Yo le amo. Si tú estuvieras enamorada de alguien, yo haría esto por ti... ¡para eso están las amigas! -y me dedica una sonrisa falsa, de esas que dan risa.
-Para, ¿vale?
-Joder, Sofi...
Cada vez me va hartando más. ¿Amigas, dice? Una amiga no te llama sólo para contarte peleillas tontas con su novio. En ese momento, lo veo todo claro: Beth no es mi amiga, nunca lo ha sido. Ella sólo me utiliza como "topo" con Damien e incluso a veces, al ver que esto no le funciona, me menosprecia y se hace la víctima. Pobre Beth, da incluso pena.
La miro con furia y ella pone cara de lamento, incluso me atrevo a afirmar que está intentando llorar. Me doy cuenta de que la odio en ese momento, y si no la odiaba de antes, empiezo a hacerlo en ese instante. Quiero alejarla de mí, de mi vida y de la de Damien. Y aunque odie esta faceta de mí, me dejo llevar por ella. Todo pasa deprisa: me abalanzo sobre ella como una loba y agarro uno de sus mechones cobrizos.
-¡¿Pero qué estás haciendo, Sofía?! ¡¿ESTÁS LOCA?!
Ella se dispone a decir algo más, pero no le doy tiempo a hacerlo; le propino un puñetazo en la cara. Con todas mis fuerzas. Ahí, en ese puñetazo, descargo una semana entera de apatía, además de un año de celos, de histeria, de dolor...
Beth me agarra del cuello pero consigo zafarme y me levanto del suelo, no sin dificultad. La miro. Tiene toda la cara roja de la rabia y además le sangra la nariz. Esa imagen me da satisfacción.
-Sofía, ¡te voy a denunciar! Joder... mi puta nariz... estás loca, ¿me oyes? ¡loca! ¿Y tú eres mi amiga? ¡Joder!
-Yo no soy tu amiga. Ni soy amiga de Damien. Así que, hazme un favor y vete de mi porche, ¿quieres?
Cierro la puerta a mi paso y me siento en el suelo. Me duelen los nudillos. Oigo a Beth levantarse e irse corriendo, seguramente a casa de Damien para contarle que "la loca de Sofía" le había pegado. Que se joda, que se jodan los dos. Todo esto ha terminado.



sábado, 5 de noviembre de 2011

Corazón quebrado, 12/3/08

(Damien)
Llego al parque en el que solía estar con Sofía. Ha pasado solamente una semana y ya extraño cada momento a su lado. Me dirijo al banco enfrente de la fuente, no sin antes dar un pequeño rodeo por el jardín de árboles frondosos y coloridos de otoño. Visualizo la fuente y nuestro pequeño banco blanco y justo ahí, como una luz al final del túnel, algo que suena tétrico, pero que para mí suena de maravilla si ella es esa luz. Me acerco un poco más y consigo ver su cara, triste y apagada, no como la última vez que la vi, que tenía en su cara una mezcla entre desolación y frustración. ¿Tan profunda es la herida que le hice?, ¿tan malo es que me dejara llevar por mis ganas locas de besarla? Quiero acercarme a ella, pero no puedo evitar reflexionar antes de dar un paso más, antes de dar un paso en falso.
Sigo mirando su cara; sus ojos brillantes y grandes, sus pestañas largas, sus labios carnosos, su nariz pequeña y fina, su cuello largo y esbelto, sus cejas bien perfiladas… Parece tan ausente, tan fuera del mundo, tan aislada en su mente y aún así me sigue pareciendo preciosa. Y ahora, verla sentada ahí, en nuestro banco, me hace feliz, porque sé que alguna parte de ella piensa en mí.
Me voy la vuelta y decido retomar mi camino, volver a mi casa y dejar en paz su corazón herido, pero al darme la vuelta noto sus ojos clavados en mi espalda, e, inevitablemente, me giro y la miro. Está levantada, examinándome de arriba abajo. Mil dudas en mi cabeza. ¿Me acerco?, ¿no me acerco?, ¿me voy?, ¿me quedo? Decido la peor opción para ella y la más egoísta por mi parte, me quedo y me acerco, ella no huye, no da ningún paso hacia atrás, no aparta sus ojos de los míos. Siento su corazón palpitar, escucho cada latido como si fuera mío. Llego a nuestro banco y me quedo frente a ella, sin poder apartar mi mirada de su cara. Parecía más demacrada, cansada.
– Sof…
– No. Ahorrátelo, Damien.– Sentencia de esa forma tan cortante que tiene ella. Una de sus grandes características.
– ¿Vas a huir siempre?– La miro desafiante sabiendo que ella detesta que la traten de cobarde. Se queda callada y prosigo– Sofía… Dios, ¿sabes cuántas cosas he pasado esta semana y cuántas veces he querido verte? Eres mi amiga, mi hermana, eres prácticamente todo y sin ti, sin tus estupideces diarias y tus risas escandalosas todo ha sido tan… desastroso y yo me he sentido tan… perdido.
Un silencio sepulcral, solo el suave silbido del viento a nuestro alrededor. Por fin ella se atreve a abrir la boca con intención de hablar, pero no sin antes girar su cara con intención de no prestar atención a mi gesto.
– Las cosas no son tan fáciles. Tú siempre lo ves todo así, para ti todo es fugaz y pasajero, y, Damien, yo no estoy dispuesta a ser nada pasajero. Quieres una amiga; aquí me tienes, pero las cosas no serán como antes. Tú y yo hemos cambiado, no somos los mismos ni juntos ni separados. Damien, ¿por qué me buscas? Sabes que las cosas son más difíciles de lo que ambos podríamos imaginar…– En ese momento agacha la cabeza, ocultando unas pobres lágrimas que hacen una carrera para llegar a su mandíbula.
– Sofía…– Acaricio su cara y seco sus lágrimas. Ella se aparta y da un paso hacia atrás.
– No… no sé, sinceramente, no sé lo que pasará… Dame tiempo, ¿vale?
Yo me callo, me inmuto. ¿Tiempo? Yo no quería tiempo, la quería a ella, a mi lado, conmigo, siempre.
Sofía se da la vuelta y emprende su viaje, mientras me quedo parado en nuestro lugar especial viendo a la persona más importante de mi vida marchar.